Seguro que en más de una ocasión ha echado en falta no haber guardado una determinada factura o recibo. Como veremos, no conservar nuestras facturas y recibos es una mala idea que puede acarrear problemas serios.
Es cierto que tal vez no debamos ir al extremo de considerar que todos los recibos deben ser conservados durante largos periodos de tiempo, sin embargo, haremos bien en repasar cuáles de las facturas y recibos más comunes (o extraordinarios) son los que sí deben ser conservados a buen recaudo lo que será de gran ayuda a nuestras finanzas personales.
¿Guardar dinero en casa o en el banco?
Es innegable una tendencia a olvidarse de las facturas recibidas tras una compra o la contratación de un servicio, estas facturas, que suelen guardarse en primera instancia, es frecuente que acaben olvidadas en algún rincón no adecuado en el mejor de los casos, y, en muchas ocasiones, en la basura.
El principal error que cometemos al hacer esto es olvidar que estamos ante la prueba fehaciente de que hemos adquirido ese producto, y en muchos casos también de que hemos contratado ese servicio.
Aunque podríamos aplicarlo realmente a la gran mayoría de cosas que compramos y consumimos, existen algunos apartados verdaderamente sensibles en los que siempre, por sistema, debiéramos guardar las facturas y comprobantes.
¿Qué debemos guardar siempre? |
|
Imaginemos por un momento que necesitamos hacer una reclamación sobre cualquiera de estas cuestiones expuestas anteriormente, la dificultad de realizarla poseyendo o no la factura es evidente.
Cualquier factura debe ser objeto de atención y nunca olvidarla o romperla. El precio de no hacerlo puede ser demasiado caro, ya que no se podrá reclamar un mal servicio, un pago indebido o la aparición de una pieza defectuosa en algún aparato.
¿Pero todas las facturas y recibos se deben guardar?
Obviamente no es necesario acumular siempre y guardar año tras año facturas que ya no son necesarias, por ello existen algunas recomendaciones que podemos poner en práctica en función del tipo de comprobante de que estemos hablando.
En el caso de las facturas del hogar, las de los recibos comunes, la recomendación habitual es guardar las al menos durante un año, básicamente por si se diera alguna irregularidad que nos permitirá realizar una reclamación, además en algunos casos nos son solicitadas para determinadas domiciliaciones bancarias.
Dentro de los productos bancarios debemos distinguir obviamente aquellos comprobantes que tienen una caducidad temporal, por ejemplo los extractos mensuales de las tarjetas de crédito, que una vez repasado ser revisados no tiene en principio sentido conservar más allá de justificar operaciones que no podríamos hacer de otra manera. Sin embargo las documentaciones relativas a productos financieros en vigor, por ejemplo fondos, operaciones de bolsa etc, siempre deben ser conservadas hasta su liquidación.
Las compras son una fuente constante de facturas y recibos. Aquí obviamente el papel fundamental que es el de responder con la garantía de los productos, por tanto, deberemos conservarlas durante toda la vida de esa garantía, algo similar podemos aplicar a la contratación y pago del servicio prolongado en el tiempo.
La importancia de un presupuesto
En cualquier caso guardar recibos y facturas es sólo una buena idea siempre que el conjunto de nuestras finanzas personales se encuentre bien organizado. En caso contrario, probablemente, acabemos coleccionando una enorme cantidad de recibos y facturas que con el paso del tiempo difícilmente serán organizadas sin una gran cantidad de esfuerzo y trabajo, y no siempre con resultados satisfactorios.
La mejor manera para evitar esta situación es una organización a partir de la elaboración de un presupuesto para la economía doméstica.
Un presupuesto no sólo es la mejor de las herramientas para organizar nuestra economía, también para contribuir a optimizar nuestras finanzas, algo muy necesario si nunca se ha hecho antes.
Los primeros pasos del presupuesto
Los primeros pasos antes de elaborar un presupuesto son realmente determinantes cara al resultado que obtendremos. En primer lugar debemos determinar nuestros ingresos, tanto aquellos que lo son con carácter regular como aquellas entradas de dinero excepcionales o previsiones de ingresos atípicos.
Una vez obtenidos estos números pasaremos a la fase más compleja, la determinación del gasto. Es muy sencillo liarse con esta fase así que resulta recomendable hacerla por pasos:
- En primer lugar determinar los gastos corrientes imprescindibles, en este apartado contamos gastos como la vivienda, la electricidad, el agua, el gas o combustibles, los seguros, la telefonía.
- En segundo lugar debemos tratar de hacer una aproximación a nuestros gastos de alimentación junto a gastos de consumo necesarios, ropa, etcétera. Aquí sin duda conservar las facturas y los tickets puede ser de gran ayuda a la hora de determinar un mapa realista del gasto.
- En tercer lugar buscaremos complementar lo anterior con aquellos gastos destinados al ocio o consumo no de primera necesidad.
- Por último, y no menos importante, deberíamos tratar de acercarnos lo más posible al impacto del gasto hormiga que veremos más adelante.
Todo lo anterior nos va a dar un panorama en el que podemos claramente distinguir aquellas áreas de nuestra economía personal en las que podemos apretar las clavijas al gasto, por supuesto todo orientado a optimizar nuestros ingresos para gastos y poder destinar una parte importante al ahorro.
En este sentido el orden prioritario tras lograr implantar un presupuesto racional es en primer lugar generar un fondo de maniobra equivalente al menos a tres mensualidades de los dos primeros puntos de la lista anterior. Posteriormente podemos dividir el ahorro en dos partes, una destinada a seguir aumentando el fondo de maniobra hasta los seis meses y otra destinada, por ejemplo, a productos de ahorro con remuneración. En cualquier caso llegados a este punto el hecho de controlar la economía doméstica y ser capaces de ahorrarnos una perspectiva mucho más amplia de lo que realmente solemos estar acostumbrados.
Facturas y tickets los enemigos del gasto hormiga
Por gasto hormiga entendemos aquel que no supone de manera inmediata un gran desembolso, que no es realmente un consumo necesario, pero que al final al cabo de un mes viene a suponer una parte muy importante de nuestro gasto.
Es ese dinero que se va relativamente fácil y que suele responder al lema “no se en que me gasto el dinero”. Una combinación de un buen presupuesto, que nos marque realmente nuestros gastos y no permita más que variaciones preestablecidas, junto a un gran control de nuestros tickets y facturas, pueden permitir detectar rápidamente aquellos gastos que realmente no son necesarios y que nos están suponiendo un desembolso importante que podríamos destinar a mejores cuestiones probablemente.