Dentro de la factura de electricidad la iluminación ocupa un porcentaje importante. Por ello una buena elección de las bombillas y en general del sistema de iluminación es básica. Vamos a profundizar un poco más en este tema.
Desde luego lo primero que tenemos que tener claro es que la progresiva desaparición de las bombillas incandescentes han dado paso a una nueva época en lo que a iluminación se refiere. Sin embargo, lejos de tener un único modelo donde elegir, hoy por hoy encontramos tres grandes grupos de bombillas o sistemas de iluminación donde elegir aquel que nos haga ahorrar más:
- Los sistemas LED
- Las CFL o bombillas de bajo consumo
- Las bombillas halógenas eficientes
Pero, empecemos por el principio: vamos a descubrir el motivo básico por el que las bombillas incandescentes han desaparecido de nuestra iluminación en el hogar y lo que podían suponer para nuestras finanzas.
El fin de las bombillas incandescentes
El principal problema de este modelo de iluminación residía en la ineficiencia. Cuando poníamos en marcha una bombilla incandescente la mayor parte de la energía que se liberaba quedaba desperdiciada en calor, mientras que, sólo una pequeña parte se destinaba a producir luz, una parte que podía equivaler a un 5% de esa energía. A lo anterior hay que añadir el hecho de una vida relativamente corta para este tipo de sistemas.
Por tanto nos encontrábamos con un sistema de iluminación cuyo coste en un 95% era gasto extraordinario, y además, con una vida muy corta. Evidentemente un sistema obsoleto que hace que las bombillas incandescentes ser cosa del pasado.
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Las herederas de las bombillas incandescentes
La heredera más directa de la bombilla incandescente sería la lámpara halógena. El funcionamiento de este sistema es muy similar, realmente él mismo, al de la bombilla incandescente ya que un filamento de metal se calienta con el paso de la corriente eléctrica. La diferencia fundamental estriba en un menor gasto y una mayor eficiencia, es decir mayor producción de luz menor gasto a la vez de una mayor vida de la lámpara, que puede ser incluso tres veces superior a las bombillas tradicionales.
Tenemos también las denominadas fluorescentes compactas. Éstas, en su versión más eficiente, pueden suponer ya un ahorro muy considerable respecto a las bombillas tradicionales. Este ahorro, que puede alcanzar el 80% en relación a las citadas bombillas tradicionales, tiene que ver con un modelo de funcionamiento en el cual la luz se genera a través de un gas luminiscente. Por tanto, este es un sistema que garantiza una emisión de luz similar o ligeramente superior pero ya a un coste muy inferior y con una duración tremendamente superior ya que puede llegar a tener una vida útil que supere los seis años frente al año de vida útil de una bombilla tradicional o a los tres años de una bombilla halógena.
Sin embargo, es el LED el sistema que se ha impuesto y que, poco a poco va desplazando a los demás, tanto por tratarse de un sistema mucho más económico en general, como por un ratio de utilización de la energía convertida en luz que, frente a los otros modelos, resulta inalcanzable. En este modelo de iluminación más del 90% de la energía que se utiliza que la transformada en luz, además, esto evita la irradiación de calor y puede llegar a tener una vida útil muchísimo más elevada que cualquier otro sistema de iluminación. Se suele cuantificar que el ahorro entre utilizar LED y una bombilla tradicional puede llegar a alcanzar hasta el 90%.
Si tenemos en cuenta que dentro de la factura de electricidad la iluminación puede perfectamente suponer un 20%, obviamente comprendemos la gran mejora en eficiencia que supone modificar la enumeración de nuestro hogar y colocar LED.
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Cuánta luz necesitas en tus bombillas
Es muy importante tener clara la cantidad de luz que necesitamos para realizar una buena iluminación, y, obtener los mejores resultados sin un exceso de consumo. Esto es aplicable a todos los modelos de iluminación, obviamente lo era mucho más con los sistemas de bombillas tradicionales.
Aquí nos encontramos con un error importante también y determinante en muchos casos. Se viene a confundir la potencia de la bombilla (los vatios) con la cantidad de luz que emiten (el lumen) obviamente esto no es así ya que la cantidad de vatios viene a indicarnos la potencia del dispositivo, mientras que la cantidad de lúmenes lo que nos indica es la potencia de luz que dicho dispositivo puede proporcionar.
Resulta básico por tanto calcular bien las diferentes intensidades de luz que necesitamos en cada área. En esta elección la lógica indica que aquellos espacios donde se realizan actividades como cocinar, estudiar, trabajar, son lugares donde debemos necesitar mayor cantidad de lúmenes, mientras que en otros espacios como los propios dormitorios está cantidad puede ser menor. Evidentemente, esto va al gusto de cada uno, lo que resulta importante es realizar un buen cálculo previo y tratar de acertar al máximo, es decir, no excedernos en la potencia de lo que contratamos.
Para hacernos una idea una bombilla tradicional de 75 W venía a proporcionar en torno a unos 1000 lúmenes para poder obtener esa cantidad de iluminación en el sistema LED necesitaríamos un dispositivo en torno a los 14 W mientras que un fluorescente necesitaría unos 20 W.
Qué bombilla resulta más recomendable
Curiosamente, y aunque pudiera parecer que el LED tiene ganada la batalla en este aspecto, lo cierto es que no resulta tan claro. Debemos tener en cuenta varias cuestiones.
La primera de ellas, desde un punto de vista económico, es que resulta innegable que en lo que a eficiencia se refiere el LED es el sistema campeón, el de menor consumo a cambio de mayor aprovechamiento de la energía, y por tanto el de menor impacto en el recibo de electricidad.
Pero, lo anterior debemos confrontar otro hecho irrefutable, el sistema es el más caro con diferencia. Si realizáramos una comparativa veríamos como, a una misma cantidad de lúmenes, un fluorescente compacto va a costar aproximadamente la mitad del precio que un dispositivo LED, para una vida útil no excesivamente lejana en el tiempo. Es decir, un sistema que también brinda un aprovechamiento interesante, cuesta la mitad, proporciona la misma intensidad de luz (aunque no necesariamente la misma calidad de luz)
Desde el punto de vista de la calidad también el LED resulta ganador. Los halógenos no son muy recomendables en espacios donde se va a utilizar mucho la luz artificial, los fluorescentes compactos, como ya sabemos, si ofrecen un rendimiento interesante desde el punto de vista de la calidad de luz pero tardan un tiempo en calentarse y funcionar, mientras que el LED tiene un arranque instantáneo que además mejora a medida que pasa el tiempo el rendimiento cromático.
Cómo puedo calcular el gasto de mis bombillas
Es complicado establecer un cálculo exacto de cada bombilla ya que, como veras, este depende del tiempo real que está encendida. Sin embargo, si podemos aproximarnos mucho si tenemos claros los períodos en los que esas bombillas están encendidas.
El cálculo realmente no es complejo:
Para calcular el consumo de la bombilla tomaremos los vatios y los convertiremos en kilovatios, para ello, dividiremos los vatios entre 1000. Por ejemplo, si tenemos un dispositivo de 20 W, tras la división resultará en esta conversión en 0,020 kW. Lo siguiente es calcular el tiempo en que esa bombilla se mantiene encendida al día, ya que el cálculo del coste se hace en kilovatios hora. Si por ejemplo esta bombilla se mantuviera encendida cuatro horas diarias es decir 1460 horas al año, lo que supondría 29,2 kW/h. Ahora simplemente debes multiplicar esos 29,2 kW/h por el precio al que tú tienes contratado el kilovatio hora con tu proveedor.
Puede parecer un poco borroso pero es una manera simple de calcular lo que realmente estamos gastando al año en nuestras bombillas.
Bombillas incandescentes vs bombillas bajo consumo
Las bombillas tradicionales, incandescentes, producen más calor que luz. por ende, tienen un mayor consumo que las eficientes o también llamadas bombillas «bajo consumo».
No es difícil concluir entonces que las bombillas incandescentes deben ser sustituidas por las eficientes, que proporcionan la misma luz, duran ocho veces más que las convencionales y ahorran hasta un 80% de energía.
Ahora, usted dirá: las bombillas eficientes son mucho más caras que las incandescentes. Según estudios, este sobrecoste se amortiza en ocho meses. Una eficiente de 15 W puede ahorrar a lo largo de su vida 68 euros de gasto en electricidad y evitar la emisión de casi media tonelada de CO2.
Pero hay más datos sorprendentes: bastará con cambiar las tres bombillas de mayor consumo de toda la casa para que se reduzca a la mitad el gasto en iluminación. Sí, así de sencillo.
Otra opción son los tubos fluorescentes: su duración es diez veces mayor respecto a las lámparas incandescentes y consumen cuatro veces menos energía. Sin embargo, tienen un problema y es que hay que evitar encenderlas y apagarlas continuamente: si se van a mantener apagadas un tiempo inferior a 20 minutos conviene dejarlas encendidas.
De todos modos, lo más importante de una bombilla, sea cual sea, es su limpieza: se debe quitar el polvo de ellas (y de las tulipas y plafones) para evitar que la suciedad bloquee la luz que emiten.
Se sorprenderá ver cuanto puede ahorrar en su factura de electricidad haciendo caso a estos consejos tan simples.