No hay muchas discusiones posibles al respecto, al final, ahorrar es un hábito positivo para la salud de nuestra economía doméstica. Pero, para lograr ese hábito se requiere de un proceso en el que la fuerza de voluntad es muy importante. No debemos tomarnos a broma el hecho de tratar de fabricar el hábito del ahorro ya que puede resultar determinante para el devenir futuro de nuestras vidas.
Vamos a tratar de explicar cómo podemos intentar llegar a convertir el ahorro en un hábito a partir de aplicar la fuerza de voluntad, pero, todo ello partiendo de una reflexión previa; ahorrar es absolutamente necesario. Si no conseguimos tener esta percepción, es decir si el ahorro es una especie de elemento recurrente al que acudimos sin excesivo convencimiento, va a ser difícil que efectivamente se convierta en un buen hábito para nuestra economía.
Formando el hábito
Hay muchas teorías sobre cómo se puede llegar a conformar hábitos a partir de cuestiones relevantes como puede ser la salud, en este caso la salud económica. La manera más interesante nuestro parecer es la de reconocer los tres pasos que son capaces de forjar el hábito:
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El activador; cuando no se trata de un hábito mecánico, como por ejemplo algunos hábitos higiénicos, se da por sentado que en el desarrollo del hábito vamos a tener que tomar partido más allá de dejar que evolucione, es decir habrá que tomar decisiones a menudo. Por ello el activador es un elemento necesario, en este caso proviene como decíamos anteriormente del convencimiento de la necesidad de ahorrar, aunque, también puede ser un objetivo o meta más definido; por ejemplo las próximas vacaciones pagadas con nuestros ahorros.
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Las rutinas: Resulta básico tener un modelo definido de ahorro, es decir, mantener una rutina es que son las que se ejecutan de manera constante y las que en principio sólo sufren variaciones en momentos definidos ante cuestiones muy concretas. Este es el plan de ahorro que debemos ejecutar en este caso, nuestra rutina será mantenernos pegados a dicho plan.
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La recompensa; En algunos hábitos la recompensa es inmediata, por ejemplo, si nos cepillamos los dientes automáticamente sentimos una sensación de frescor que recompensa el hábito. En el ahorro esto es más complejo y debe ser más meditado ya que será una parte importante del desarrollo del habito, este tipo que habitualmente puede ser suficiente una recompensa simplemente pasada en el hecho de la constancia del ahorro es decir, seguir la evolución de nuestro ahorro y contemplar cómo mejora y crece.
En todo ello resulta fundamental, como indicábamos al comienzo, la fuerza de voluntad personal. Vivimos en una época como nunca se ha conocido la historia para el consumo, jamás las posibilidades de consumir fueron tan simples y abundantes, por eso mismo, ahorrar es un ejercicio muy difícil en el que la fuerza de voluntad influye de manera determinante a la hora de forjar el hábito, tal y como hemos visto anteriormente.