¿Es el bitcoin una moda fugaz?

Los titulares de los periódicos y los miles de anuncios que pueblan nuestro imaginario callejero nos muestran sin rubores ciertas verdades a gritos. La primera es que el ser humano de hoy sigue, ante todo, la moda como religión. La segunda es que su creatividad parece no tener límites en ocasiones. Estas dos características han estado muy presentes en el largo debate que han generado asuntos como el bitcoin (o las criptomonedas en general, si bien ninguna con tal impacto) a lo largo del último año. La tierra prometida de la economía digital, el maná de los amantes de la realidad encriptada, ha sufrido su propia burbuja, depresión y repunte en poco más de doce meses. Y aunque todos hemos hablado de ello, pocos son aún capaces de opinar con cierta propiedad sobre un tema tan complejo. De hecho, lo complicado sería a estas alturas encontrar a alguien que, preguntado por las criptomonedas, respondiese que no ha oído jamás hablar de ellas. No obstante, esto sería tan improbable como dar con alguien capaz de ofrecer una definición razonada y completa del concepto. Y si no es fácil vislumbrar el fondo del concepto en sí, más aún lo es realizar predicciones sobre el bitcoin.

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Sea como fuere, las criptomonedas no pueden fácilmente dejar de ser vistas como una realidad financiera sólida y en cierta expansión. En este ámbito, aunque los bitcoins son la cara visible de este mundo de complejas redes y algoritmos donde proliferan monedas virtuales, el mercado de la criptomoneda ha alcanzado en los últimos años un grado de desarrollo que la ha vuelto capaz de abarcar un gran abanico de opciones en términos de transacciones e inversión.

¿Qué son exactamente las criptomonedas?

En términos generales, se pueden definir las criptomonedas como activos digitales cuya regulación y valor en el mercado no están sujetos, en ninguna de sus fases, a las autoridades regulatorias nacionales o internacionales. Si tenemos que hablar de sus orígenes, tendremos que conformarnos con el pseudónimo de su creador. El japonés Satoshi Nakamoto publicó por primera vez en 2008 un artículo en el que describía la lógica de este tipo de moneda. Tan solo un año después, conseguiría crear la primera red de transacciones peer-to-peer que más éxito ha cosechado hasta nuestros días.

Si hubiera que explicar su funcionamiento en los términos más sencillos posibles, podríamos recurrir a un ejemplo mucho más anodino y cotidiano de lo que podríamos esperarnos. Según ciertos expertos, el bitcoin podría ser comparado una cuenta de correo electrónico, basada en dominios bajo los que se pueden crear una infinidad de direcciones personales que se convierten en la mesa de transacciones del usuario que les ha dado nombre. A su vez, estas cuentas de correo emplearían un software particular que les permite un funcionamiento acorde con las distintas prestaciones del mismo. De esta manera, las ventas y adquisiciones quedan sucesivamente registradas en una cadena de bloques (también conocida como blockchain), que registra y almacena la secuencia de las transferencias realizadas. Así, el blockchain permite monitorizar la seguridad de los intercambios y evitar que el dinero sea empleado de manera fraudulenta en repetidas ocasiones.

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