En los últimos tiempos hablamos de los relojes inteligentes como uno de los grandes salto tecnológicos por confirmarse, pero, cometeremos un error si pensamos que estamos ante algo nuevo; durante más de 50 años ha existido una carrera en busca del reloj de pulsera inteligente que cambiara nuestras vidas y, salvo algunos momentos memorables de la cultura pop, lo cierto es que todos los intentos de perdurar de esos dispositivos acabaron fracasando.
Los años 70 del pasado siglo fueron el momento de oro (nunca mejor dicho) inicial para el desarrollo de lo que entonces se consideró uno de los no va más de la micro tecnología. Llevar en la muñeca un Pulsar Computer Time Calculator se vino a considerar inicialmente como un asunto de privilegiados que podían no sólo consultar la hora sino también realizar cálculos desde la propia muñeca. Eso sí, se trataba de un dispositivo de 18 quilates de oro que alcanzaba un precio superior a los $2100 de los de entonces, nada que ver con ahorrar.
Desafortunadamente, y aunque fue un tanto icónico en algunos ámbitos, su elevado precio y lo poco práctico de los botones de la calculadora no lo convirtieron en el fenómeno que sus productores esperaban.
En el caso del Casio C-80 no podemos desde luego hablar de falta de éxito, pero, si de poca evolución. Este reloj se lanzaba al mercado como una especie de socialización del concepto reloj calculadora al bajar en mucho el precio de costo en relación a otras opciones, suponía un ahorro respecto a anteriores opciones y acercaba la tecnologia punta al usuario de a pie.
Ya incorporaba el cronómetro, el calendario y la calculadora que aportaba la novedad de las teclas en relieve con suficiente espacio para ser manipuladas relativamente bien. Sin embargo, lo que la marca pensaba que podría convertirse en un reloj tecnológico orientado a los negocios o el trabajo en general, se convirtió en un icono juvenil y realmente extendido a nivel internacional como accesorio moderno por excelencia, un auténtico objeto geek de culto aun hoy en día pero que no evolucionó prácticamente ni un ápice.
Aunque con ciertas controversias, el lanzamiento de este reloj en el año 1994, se considera la primera colaboración con una de las grandes firmas tecnológicas (Microsoft) en lo que a wearabales para muñeca se refiere.
El Timex Datalink proponía incorporar una PDA al reloj y sobre el papel ofrecía funcionalidades como sincronizar los números de teléfono, los mensajes y avisos, sincronizar los elementos de calendario desde el ordenador de forma inalámbrica… es decir cuestiones que hoy en día siguen siendo vigentes. Sin embargo, el modelo de uso no era sencillo. Para realizar la sincronización había que acercar el reloj físicamente al monitor en un proceso lento, tedioso y que en muchas ocasiones quedaba interrumpido.
Aunque hoy en día el concepto nos parece de lo más normal en aquellos años 90 fue considerado la tecnología extraña, todavía los teléfonos móviles se concretaban en aquellos entrañables ladrillos que hoy recordamos sonriendo. aunque se lanzaron diversas versiones evolucionadas del dispositivo durante 10 años, y a pesar de que el enlace de datos en realidad llegó a ser certificado por la nasa para su uso durante vuelos espaciales, no logró en absoluto el objetivo de convertirse en un dispositivo masivo y alcanzar el interés general del usuario medio.
Casi a punto de cambiar de milenio, en pleno reinado de la PDA Palm Pilot, El mercado parecía ya maduro para un dispositivo de muñeca que incorporara funcionalidades avanzadas. Se anunciaron diversas iniciativas, muchas de las cuales acabaron en nada. En el caso que nos ocupa el proyecto fue acumulando sucesivos retrasos, y no llegó a los mercados prácticamente hasta el año 2005, obteniendo entonces unas críticas feroces y desde luego muy poco aprecio por parte del usuario medio.
En esta línea histórica de búsqueda de un dispositivo inteligente de muñeca, al menos hasta la fecha, estamos tal vez ante el proyecto más significativo. En el año 2012 este proyecto consiguió una financiación record a través de las plataformas de crowdfunding.
Durante el proceso de financiación consiguió que miles de pre solicitudes y levantó una expectativa que, a la postre, no se concretó en la masificación esperada. La idea de construir un dispositivo de muñeca de bajo consumo y con altas funcionalidades de conectividad que representaba este dispositivo no ha acabado enganchando como se esperaba, sin embargo, hay pocas dudas de que se trata de el resorte que ha hecho que las grandes compañías tecnológicas se lancen a la actual carrera (un tanto enloquecida) de los smartwatch.
La realidad de los smartwatch en 2017
Hace apenas dos años la gran mayoría de nosotros hubiera afirmado que los relojes inteligentes iban a ser el próximo salto tecnológico en cuanto a uso de dispositivos de manera masiva. Si bien, desde el punto de vista de la oferta y demanda es cierto que la implantación de los smartwatch ha tenido una gran importancia, también es cierto que a fecha de hoy no se está cumpliendo realmente las expectativas sobre lo que suponíamos iba a significar la revolución de los wearables.
Un buen dato que nos acerca a todo lo anterior es sin duda el hecho de cerrar 2016 con una ventaja muy inferior a la prevista de estos dispositivos.
Entre las explicaciones este crecimiento menor de lo esperado esta sin duda la importancia que otras ramas tecnológicas aplicadas al uso cotidiano están obteniendo, por ejemplo, la realidad aumentada o la aplicación cada vez más extendida de herramientas audiovisuales 3D. Pero, también, sin duda se encuentra el hecho de estar ante un tipo de dispositivos a los que les suponemos un enorme potencial pero para los que aún no diseñamos excesivamente bien las funciones o posibles utilidades.
Es obvio que cuestiones como el control de funciones corporales aplicadas al deporte, o la simplificación de consulta sobre parte de las utilidades que le damos a un smartphone, son algunos de los fuertes de estos dispositivos, sin embargo, aún no se está siendo del todo capaz de crear una entidad única como dispositivo, y si acentuando la dependencia que se manifiesta sobre los smartphones. Si echamos un vistazo al mercado, en 2017 hay una auténtica invasión de propuestas de relojes inteligentes. Los tenemos de todos los tiempos, para todos los sistemas operativos y casi todos los precios. De hecho, no sólo las firmas tecnológicas se han lanzado a ello, en algunos casos con verdadera confianza y despliegue de medios como Apple con su iWatch, sino también firmas relojeras que unen fuerzas con compañías tecnológicas para no perder su parte del mercado.
¿Veremos reemplazado el reloj de muñeca tradicional en un futuro próximo por estos dispositivos inteligentes? A priori no parece muy posible que en un plazo corto ocurra entre los relojes inteligentes y los relojes tradicionales lo que ocurrió entre la telefonía móvil y la telefonía fija. No se visualiza, aún, el reloj de pulsera tradicional como un elemento obsoleto, algo que sí ocurre con la telefonía fija, y se sigue considerando aún en buena medida a los relojes inteligentes como un complemento de lujo, cuando menos, como un capricho prescindible para muchos bolsillos, algo que desde luego no ocurre con los teléfonos inteligentes.
Sin embargo, sin duda, le queda mucho recorrido a este tipo de dispositivos y en general a todos los wearables, probablemente, el camino acertado y ya han emprendido es el de la búsqueda de una auténtica autonomía que vendrá dada por la proliferación de utilidades, tiendas de aplicaciones propias, que no puedan ser utilizadas en otros dispositivos o que su uso tenga como punto de partida el reloj inteligente.