Hace tan solo un par de años HISPACOOP realizaba un estudio por toda la geografía de nuestro país que arrojaba algunos datos verdaderamente preocupantes. Y es que a pesar de la crisis y las estrecheces que las economías domésticas atraviesan la media de alimentos tirados a la basura en los hogares superaba los 75 kilos al año.
Obviamente no se trata de una decisión voluntaria en la que tiramos comida porque nos sobra o por qué no nos importa, realmente se trata de una cuestión de malos hábitos relacionados con los alimentos que hacen posible este despilfarro.
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Por todo lo anterior resulta necesario nuestros hábitos en lo que a los alimentos y la alimentación se refiere, tratando por supuesto de maximizar lo que compramos y desperdiciar la menor cantidad posible de alimentos.
Malos habitos
- Comprar productos que nunca se usan o de uso muy escaso y no controlar posteriormente su nivel de existencias
- Realizar compras duplicadas, que no sólo duplican los gastos sino que pueden acabar con productos caducados o mal aprovechados
- Unido a lo anterior una mala planificación tanto de la compra como de la alimentación y los menús que se traduce en una despensa familiar mal aprovechada, con duplicidades, excesos de unas cosas y carencias de otras.
- Permitir el desperdicio de comida en los platos de los niños, lo que además de contribuir a desechar alimentos es una mala acción en lo que a la educación alimentaria se refiere.
- No aprovechar al máximo los recursos que ya tenemos en la despensa por mínimos que sean, y sustituirlos por nuevas compras que arrinconan a los primeros, que envejecen y se convierten en candidatos a la basura.
Modificando los malos hábitos
Detectados al menos algunos de los principales malos hábitos que nos llevan a desperdiciar tantos alimentos la solución es, lógicamente, actuar contra ellos. Éstas serían algunas acciones positivas en este sentido
- Realizar una compra planificada siempre. La compra planificada se debe componer de dos partes, una repasando lo que ya poseemos en la despensa y nevera y vamos a utilizar y la otra parte debe surgir de una planificación de los menús semanales. Combinando ambas cosas vamos a tener más claro lo que realmente necesitamos comprar.
- Aprovechar siempre los restos de las comidas y de los alimentos que hemos utilizado para su preparación. El mejor modo de hacerlo, además de si es posible su aprovechamiento inmediato para otros platos del menú, es la congelación, algo que se puede aplicar a productos ya cocinados, alimentos crudos, frutas, en definitiva a todo aquel alimento que no vayamos a utilizar inmediatamente lo que nos sobre.
- En caso de tener que cocinar fuera del menú planificado, procurar hacerlo con los alimentos disponibles y no tener que realizar compras esporádicas para ello ya que son las principales responsables de la duplicidad en la compra.